Cuando nuestro hijo/a es el acosador
Aceptar la Realidad y Gestionar la Negación Inicial
Recibir la noticia de que el propio hijo es quien ejerce el acoso es un golpe duro para cualquier padre.
La reacción más común es la negación ("Mi hijo no haría eso", "Seguro que le provocaron", "Es un niño muy bueno en casa").
Esta reacción defensiva es comprensible, pero es el mayor obstáculo para solucionar el problema.
El primer paso, y el más difícil, es aceptar la posibilidad de que la acusación sea cierta.
Hay que escuchar activamente al centro escolar o a quien traiga la información, pidiendo hechos concretos y observaciones, no opiniones.
Es vital evitar la confrontación agresiva con el niño ("¿Cómo te atreves a hacerle eso a...?!"). En su lugar, hay que abordar el tema desde la calma y la firmeza.
Se debe hablar con el hijo en privado, exponiendo los hechos que se conocen ("Me han informado de que hoy en el patio...") y pidiendo su versión, pero dejando claro que se está investigando un comportamiento muy grave.
Hay que separar al niño (nuestro hijo) de la conducta (el acoso).
Establecer Consecuencias Claras y No Violentas
Una vez confirmada la conducta, el niño debe entender que sus acciones tienen consecuencias serias e inmediatas.
Sin embargo, estas consecuencias no deben ser violentas (gritos, castigos físicos, humillaciones), pues eso solo reforzaría el modelo de que "el poder y la violencia resuelven problemas". El castigo debe ser educativo y reparador.
Las consecuencias deben ser lógicas: si usa mal el móvil para acosar, perderá el privilegio de usarlo durante un tiempo. Pero más importante es la reparación del daño.
Aunque el contacto directo con la víctima suele estar desaconsejado (para no revictimizarla), el agresor debe realizar una acción reparadora: escribir una carta de disculpa (que será revisada por los adultos), realizar tareas comunitarias en el colegio o en casa, o emplear su tiempo en investigar sobre el impacto del acoso y presentar sus conclusiones.
La consecuencia debe enseñar, no solo castigar.
Indagar en las Causas y Modelar la Empatía
El acoso es un síntoma de un problema más profundo. El niño no es "malo" por naturaleza; algo le está motivando a actuar así.
Los padres deben investigar las causas: ¿Está buscando estatus? ¿Se siente frustrado? ¿Está siendo acosado él mismo en otro ámbito? ¿Está imitando conductas que ve en casa o en los medios? Es un momento de auto-reflexión para los padres: ¿Estamos modelando el sarcasmo, la crítica o la agresión como forma de relacionarnos?
Es el momento de enseñar empatía activamente. El niño debe ser confrontado con el dolor que ha causado, no solo de forma abstracta.
Se deben usar preguntas como: "¿Cómo crees que se sintió [la víctima] cuando le dijiste eso?", "¿Cómo te sentirías tú si te hicieran eso cada día?".
Se debe trabajar la inteligencia emocional, ayudándole a poner nombre a sus propios sentimientos (ira, frustración) y a encontrar formas de gestionarlos que no impliquen dañar a otros.
Resumen
La primera reacción de los padres debe ser superar la negación. Hay que escuchar al colegio, aceptar los hechos y hablar con el hijo con calma, pero con firmeza, sin justificar su conducta
Las consecuencias deben ser inmediatas, educativas y no violentas. Más que un castigo, se busca la reparación del daño, como una carta de disculpa o tareas que le enseñen responsabilidad
Es crucial investigar la causa del acoso, que es un síntoma. Los padres deben reflexionar sobre qué modelo están dando y trabajar activamente la empatía en el hijo, haciéndole consciente del dolor causado
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